La gobernabilidad como refuerzo de la democracia

En apenas 10 años el mapa político ha cambiado por completo en España.

La preferencia de los votantes por los partidos tradicionales ha disminuido casi a la mitad ante el surgimiento de nuevas fuerzas políticas.

Estamos ante un escenario de gobernabilidad nuevo en nuestra democracia, y está ocurriendo lo mismo en prácticamente todos los países de occidente.

Una mayor pluralidad de fuerzas políticas plantea nuevos retos; uno de ellos a la estabilidad gubernamental del país, y a la configuración de nuestros sistemas democráticos.

La estabilidad política es fundamental a corto plazo para poder llevar a cabo políticas públicas por los gobiernos de turno.

A largo plazo, para la salvaguarda del sistema democrático como garante del Estado de Derecho.

Ante ello merece la pena analizar este nuevo panorama, los retos que plantea, ante que dificultades se enfrenta y qué posibles beneficios puede traer.

¿Qué papel juegan los partidos políticos?

¿Y los ciudadanos?

Los ciudadanos deben entender y asimilar el actual sistema de partidos que implica que una mayor diversidad de fuerzas ha llegado para quedarse.

Los partidos tienen que aprender a articular sus estrategias políticas en este nuevo arco parlamentario. Está en juego la oportunidad de un nuevo impulso a nuestro sistema democrático.

En caso contrario, podría resentirse y fracturarse el modelo actual. Los partidos y ciudadanos debemos ser parte de la solución.

🔎 La situación actual y de dónde venimos

El Parlamento español ha pasado de un bipartidismo imperfecto con dos grandes partidos tradicionales a un escenario mucho más pluralista y a su vez fragmentado.

Durante los primeros 30 años de democracia los partidos tradicionales y con representación en todo el territorio -PP, PSOE e IU- acaparaban en cada cita electoral entorno al 85 % de los votos. Los partidos regionalistas se han mantenido en cuotas del 10 % sobre el total nacional.

El inicio de este cambio de modelo en la representación parlamentaria se ha concretado y acelerado tras la crisis económica de 2008; pero ni surge en ese momento ni como consecuencia de dicha crisis.

 

El “desgaste del poder” de los partidos no es la única causa.

Sin ahondar en un mayor detalle, podemos citar, entre otras, los casos de corrupción, nuevos votantes que no sienten afección por ningún partido, ausencia de sensación de representatividad de los ciudadanos en las élites políticas, un aumento de la desigualdad, la inmigración como reto para Europa, sensaciones subjetivas de que no espera un futuro mejor…

En resumen, se ha ido produciendo, poco a poco, un desalineamiento social con las posturas defendidas por los grandes partidos y corrientes ideológicas tradicionales.

Esta tendencia lleva ya un tiempo en Occidente, con elementos similares en gran parte de Europa, desde Italia, Alemania, Francia…También en Estados Unidos. Es transversal a los sistemas democráticos occidentales y supone sin duda un reto para la democracia.

En apenas 5 años, 4 elecciones generales, una moción de censura, y la formación de un Gobierno de coalición, son sin duda algunos de los hitos que denotan que el modelo de gobernabilidad hasta ahora conocido está cambiando.

A ello hay que sumar la imposibilidad de aprobar unos nuevos Presupuestos Generales desde 2018 que permitan al Gobierno vigente afrontar y poner en marcha las políticas a las que se hubiere comprometido en su programa electoral.

El arco parlamentario ha dejado atrás ese bipartidismo imperfecto. Los nuevos partidos ocupan hoy casi un tercio del Hemiciclo y los tradicionales han perdido más de 100 escaños.

Además han surgido nuevas formaciones regionalistas que fraccionan más inclusive el Parlamento.

 

Muchos ven este nuevo escenario como “ingobernable”, “inestable”, “sin alternativa”…

Es cierto que resulta más compleja la aritmética parlamentaria para la configuración de mayorías que permitan formar un gobierno, así como aprobar los Presupuestos y demás leyes.

🗳️Entender y atender el mandato de los ciudadanos

Ahora bien, esto no debería ser óbice para que Parlamento y Ejecutivo entiendan y apliquen el mandato encomendado por los ciudadanos.

Dicho mandato supone reorientar y reformular sus estrategias para ser parte de la solución y no un obstáculo adicional.

Reorientar y reformular estrategias dado que el “NO” como respuesta sistemática a las iniciativas de otras formaciones debe dejar de ser la práctica habitual.

Sirva como ejemplo de ello el papel que los votantes de Ciudadanos otorgaron a Albert Rivera.

Ciudadanos debía ser la llave del Gobierno. En 2016 facilitó el Gobierno de Rajoy. Pasó de 32 a 57 Diputados en 2019. Entonces Rivera quiso jugar a ser líder de la oposición. Nuevas elecciones. Retrocedió de 57 a 10 diputados. Dimitió.

Tampoco debe entenderse la reorientación como una carta blanca para que los acuerdos sean de una “transversalidad infinita” -sirva como ejemplo el acuerdo para derogar la reforma laboral entre los grupos socialista, Unidas Podemos y EH Bildu-. Son importantes tanto las formas como el fondo; y quizás ahora cobren más peso las segundas y terceras derivadas.

Veremos cómo se comporta el PNV en los próximos meses, y con elecciones vascas de por medio. – Recordemos que gobierna Euskadi en coalición con el PSE-.

Se trata de poner en práctica la geometría variable”, con prudencia y límites y sin perder el foco que marque la estrategia.

Elegir los socios en cada momento es tan importante como delimitar los contenidos. La complejidad radica en las incompatibilidades marcadas entre formaciones; los “vetos cruzados”.

Los puntos de partida alejados forman parte de la práctica política y de la negociación entre partidos. A ello se unen mensajes y declaraciones:

no nos sentaremos con el Gobierno a negociar nada mientras no rompa con sus socios…”,

“tenemos socios preferentes que anteponemos a otros partidos…”,

“nuestro partido es incompatible con las posturas que defienden los partidos de derechas…”

Que formen parte de la práctica política no implica que favorezcan y refuercen el necesario debate parlamentario y, a la larga, la solidez del sistema democrático.

El próximo debate de enjundia que se suscitará en sede parlamentaria serán los Presupuestos Generales del Estado para el año 2021.

Unos Presupuestos ad hoc para que España pueda afrontar con garantías la salida de la crisis generada por la pandemia.

Sería una entelequia pensar en que se aprobarán con un gran acuerdo parlamentario.

Ahora bien, sería perentorio un amplio consenso en su aprobación, sin eludir en absoluto el debate ni la necesidad de introducir enmiendas al articulado que enriquezcan y mejoren la propuesta inicial del Gobierno.

Perentorio para demostrar a los ciudadanos que los grupos parlamentarios y sus líderes están a la altura que requiere la coyuntura actual.

Un acuerdo holgado supondría que la imagen del país se vería reforzada y España ganaría en su proyección internacional tanto en Europa como respecto al resto del mundo.

Recuperar una cierta estabilidad política es condición necesaria tanto para la economía en su conjunto como para poder abordar cualquier reforma estructural.

Todo ello no debería ser considerado como un éxito del Gobierno; ni del Gobierno junto a “sus socios”, sino como una consecuencia razonable de la participación de todas las fuerzas políticas en la práctica democrática. En definitiva un nuevo impulso a la democracia.

📝Impulso democrático

En suma, los partidos y grupos parlamentarios no deben abandonan las estrategias de liderazgo y gobernanza a largo plazo, en aras de fórmulas cortoplacistas.

Esto les obliga a mantener un mayor equilibrio al que quizás no estaban acostumbrados con las anteriores mayorías.

La política de acuerdos transversales con un Hemiciclo tan diverso en cuanto a regiones representadas, e ideologías, va a requerir una mayor visión de Estado y un conocimiento muy amplio de las diferentes realidades que ocupan y preocupan a los ciudadanos españoles.

Un entendimiento de que esas realidades responden a diferentes inquietudes y que todas pueden tener cabida en el debate parlamentario siempre y cuando se enmarquen dentro de la lógica democrática y del respeto político.

Dentro de dichas realidades se encuentran entre otras, las que defienden los partidos a favor de la autodeterminación de Cataluña, así como posturas nacional-conservadoras sostenidas por partidos como VOX, tales como un mayor control migratorio o la defensa de los valores culturales tradicionales.

Tanto la socialdemocracia como las posturas conservadoras clásicas son las que más deben adaptarse a este nuevo escenario si no quieren seguir perdiendo representatividad.

Recordemos que lo que está en juego no son solo las mayorías parlamentarias sólidas que permitan gobiernos estables.

La democracia necesita un nuevo impulso que pasa por que los líderes políticos comprendan que deben encontrar fórmulas de entendimiento.

Veremos si están a la altura.

Álvaro Frutos Pérez

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